miércoles, 14 de julio de 2010

GIGOLÓ

Iba yo caminando, por las calles, llenando la vereda, de perfume barato.
Ese que uno se compra en las rebajas y que terminan, sabiendo más a sahumerio que cualquier otro aroma, que pudiera ocurrírsele a una nariz, sonora de aromas diversos.
Vos… no sé decir, donde estuviste ese tiempo, mientras mis pies tropezaban unos a otros, tratando de alcanzar el ritmo, de las caderas, que más arriba dibujaban círculos.
Pero estabas ahí, cuando quise buscarte; sentado en el cualquier banco y yo te había visto, ojear algún diario, esas tardes, donde el otoño, azotaba las calles con las hojas y el sonido, de arrastrarse cordón a cordón, se hacia insoportable.
Impávido ante el ajetreado correr de las horas, de los transeúntes dibujados de lado a lado, completando las veredas y obstruyendo el paso, con el viento que dejan los cuerpos, cuando pasan rápido, ese aire que solo se completa, con la llegada de algún otro sujeto, que sabrá siquiera dónde va. Solo caminan y lo atropellan a uno, que direccionado va, a algún sitio, donde sabe que no hay quien espere, su llegada.
Es efímera la vida, del diario que se lee, la revista que se compra. El silencio en el alma que ya no se tiene, el ruido del corazón cuando sabe que ha llegado al lugar deseado, sin saber a donde iba el alma.
Vos, que miras las letras, como si no fueran nadie, que todo lo llenan esas letras.
Yo que te había encontrado, permutando la vida en un banco de plaza. Permutando los sueños de alguna mujer que quizás, ya te espero y no has llegado.
Estabas ahí…y yo te miraba… eras gigoló del aliento que exhalaban mis labios, alquilabas el piso de mis ojos, mas allá de tu talento, de saber mirar sin ver, las calles en movimiento.
Recuerdo bien ese día, en que me sentí desnuda, y ya nada era el perfume barato, los zapatos andantes, los silencios… ese día no fue más que el verso que escribo hasta ahora, para que mis labios cuenten, lo que no puedo dibujarte en miradas, por estar aún tú mas bien lejos.

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